Suele decirse que el estilo tiene más que ver con la actitud que con la ropa, va íntimamente ligado a nuestra manera de movernos, de hablar y por supuesto de pensar, nuestros gustos, costumbres y forma de vida inevitablemente se reflejan por fuera, precisamente por ello cuando ese estilo es impostado se nota.
Ser fiel a uno mismo es el auténtico camino para conseguir el objetivo deseado, pues cualquier prenda que no sintamos como propia, confortable y favorecedora, jamás podrá funcionar en nuestro cuerpo, y precisamente en conocer nuestro cuerpo, tanto con sus virtudes como con sus carencias o defectos, reside una de las claves del éxito, la otra, va por dentro.
Kate Moss es el mejor ejemplo de estilo y más completo que conozco, es auténtica, su espíritu rockero y bohemio es el reflejo de su personalidad, nada de lo que puedas ver en ella resulta forzado. Me gusta porque se conoce y arriesga a su manera, perder el miedo es esencial.
Ahora bien, no se trata de imitarla, sino de tomarla como referencia, como ejemplo práctico, como mujer coherente con su forma de vestir.
En mi caso, hace relativamente poco tiempo que voy conociéndome mejor, he aprendido algunas cosas que hace años desconocía o no me interesaban, que tipo de prendas le sientan bien a mi figura, que colores o que cortes y tejidos, pero sobre todo, he aprendido a conocerme interiormente, a distinguir aquello que me gusta de lo que no, a asumir, por ejemplo, que lo que me entusiasma quizá no sea lo apropiado para mi corta estatura y a buscar más opciones, pues la hay e infinitas, eso es lo bueno de la moda, que hay taaanto donde elegir.
Aunque también es cierto que desmarcarse es bueno de vez en cuando, salirse un poco de lo cotidiano, de aquellas prendas que ya de por sí nos funcionan y buscar más allá, descubrir nuevos horizontes y plasmar siempre que podamos una actitud firme, segura y cómoda.